La señorita Porcel lucha por su vida en un cajero automático. La mujer que quiso matarla la mira y cuenta lo que  ve. El resentimiento es el motor de su historia. El dinero, el poder, la violencia, los códigos de clase y el mandato familiar son algunos de los temas de esta novela que recorren una Buenos Aires sumida en el clima inquietante de un país que de pronto va a tomar la calle.

La señorita Porcel es también la historia de una mujer que se descubre demasiado inteligente para ser de derecha y demasiado rica para ser de izquierda, de una mujer que logra resolver ese conflicto a un precio realmente exorbitante. 

Esther Cross tensa la realidad de esta clase hasta desenmascararla en el absurdo. Hay un manejo de la ironía que es llevada al extremo. Así, aparecen escenas tan exquisitas como grotescas: una señora “bien” que se suicida tirándose del último piso de un shopping, un grupo de cobradores que van vestidos de frac y galera, matando a los deudores de vergüenza, una genealogía del uso del diminutivo con el que la gente de clase va alternando los “Roberto” padre con los “Robertito” hijo. En la novela se opina también sobre las obras de arte. Su protagonista se encarga de destruir una instalación “que consistía en el encendido y apagado de la luz de una sala vacía a intervalos regulares”. Lo único que tiene que hacer entonces es desactivar los fusibles de una caja de luz para que la instalación deje de consistir: “Cuando la totalidad de una obra se basa en una ocurrencia se corre este tipo de riesgos”. (Reseña de Luciana de Mello, Página 12)

  • Tapa blanda/ 144 páginas

La señorita Porcel - Esther Cross

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La señorita Porcel lucha por su vida en un cajero automático. La mujer que quiso matarla la mira y cuenta lo que  ve. El resentimiento es el motor de su historia. El dinero, el poder, la violencia, los códigos de clase y el mandato familiar son algunos de los temas de esta novela que recorren una Buenos Aires sumida en el clima inquietante de un país que de pronto va a tomar la calle.

La señorita Porcel es también la historia de una mujer que se descubre demasiado inteligente para ser de derecha y demasiado rica para ser de izquierda, de una mujer que logra resolver ese conflicto a un precio realmente exorbitante. 

Esther Cross tensa la realidad de esta clase hasta desenmascararla en el absurdo. Hay un manejo de la ironía que es llevada al extremo. Así, aparecen escenas tan exquisitas como grotescas: una señora “bien” que se suicida tirándose del último piso de un shopping, un grupo de cobradores que van vestidos de frac y galera, matando a los deudores de vergüenza, una genealogía del uso del diminutivo con el que la gente de clase va alternando los “Roberto” padre con los “Robertito” hijo. En la novela se opina también sobre las obras de arte. Su protagonista se encarga de destruir una instalación “que consistía en el encendido y apagado de la luz de una sala vacía a intervalos regulares”. Lo único que tiene que hacer entonces es desactivar los fusibles de una caja de luz para que la instalación deje de consistir: “Cuando la totalidad de una obra se basa en una ocurrencia se corre este tipo de riesgos”. (Reseña de Luciana de Mello, Página 12)

  • Tapa blanda/ 144 páginas